La decisión del jefe del Comando Sur de los Estados Unidos de visitar Colombia y reunirse exclusivamente con altos mandos militares, sin incluir un encuentro con el presidente Gustavo Petro, genera una crítica que abarca varios ángulos, desde la diplomacia y las relaciones bilaterales hasta la soberanía y la percepción regional.
La visita se revistio de una falta de cortesía diplomática y un potencial desaire político. La omisión de una reunión con el jefe de Estado del país anfitrión se percibe como una falta de cortesía protocolaria. El presidente Petro, como representante legítimo de la voluntad popular colombiana, debería haber sido incluido en la agenda del alto oficial estadounidense. Esta exclusión podría interpretarse como un desaire político, sugiriendo una falta de reconocimiento o consideración hacia la figura presidencial y, por extensión, hacia el gobierno colombiano en su conjunto.
El irrespeto, que por frecuente ya se ha normalizado en nuestra America cenicienta, podría tensar las relaciones bilaterales.